Es necesario considerar algunos elementos teóricos que nos orienten con respecto al acto, y para ello el punto de partida tiene que ser Freud. Lacan 5 subraya la manera como Freud se refiere al pasaje al acto: en tanto lo sitúa como un más allá del principio del placer, está enteramente ligado a la pulsión de muerte. Se deduce que un hecho en sí y por sí mismo no permite discriminar entre acting out y pasaje al acto. Un intento de suicidio, un suicidio consumado, un robo, un asesinato, por ejemplo, pueden ser uno u otro.
Un segundo elemento que encontramos en Freud y que es orientador, es el concepto de repetición. El acting out se relaciona con el concepto de repetición -repetición de lo reprimido-, donde el sujeto actúa aquello que por la represión de los significantes no puede recordar. Es decir, el acting out está del lado del sentido, del sentido reprimido; hay un significante enlazado al acting out. En cambio, el pasaje al acto está asociado a la pulsión de muerte, separado del eros. Hay en él una repetición, pero repetición pulsional mortífera.
Por su parte, el punto de partida en la enseñanza de Lacan tiene que ver con comprender la función del fantasma en la economía psíquica del sujeto, puesto que el fantasma, en la estructura subjetiva, se articula al deseo, regula el goce y “civiliza la acción de la pulsión”.
En el Seminario “La Angustia”, Lacan retoma una distinción ya hecha por Freud, cuando establece que la realidad psíquica es la realidad del sujeto, para hacer el énfasis en cómo es en esta distinción entre el mundo real y la escena del fantasma, donde está lo decisivo del aporte freudiano, puesto que el hombre sólo puede constituirse como sujeto que habla en una estructura de ficción que es el fantasma. Da a entender que el mundo de lo real es inhabitable como tal. La única manera de vivir es a través de esta escena que nos ofrece el fantasma, que enmarca al sujeto y lo hace vivible.
Esto hace pensar en lo problemático que pueda ser para el sujeto cuando no encuentra esta estructura de ficción para asumir ciertos papeles en la vida, por lo que es arrojado fuera del fantasma, hacia lo real y responde de la única forma que puede: con el pasaje al acto. Es por ello que Lacan, en el Seminario La angustia se refiere a que La violencia real surge cuando la ficción simbólica, la estructura simbólica que garantiza la vida de la comunidad se desmorona”.6 Ese es un momento en el que se desgarra ese velo que el fantasma posibilita, y sobre el cual se proyecta el sujeto en una escena, enmarcando así la angustia estructural. Y agrega Lacan en este seminario “…la ventana ejemplifica el límite que existe entre la escena y el mundo, ventana que está determinada por la angustia, es decir es la angustia ese límite”.7
Por ello, atravesar el fantasma en el pasaje al acto implica que toda la estructura del sujeto queda desarticulada, cayendo el sujeto de la escena fantasmática. El pasaje al acto supone entonces un atravesamiento salvaje y radical del fantasma. Por el contrario, el acting out se inscribe siempre en la lógica misma del fantasma.
El atravesamiento salvaje del fantasma o pasaje al acto supone un franqueamiento de ese límite y Nos indica el signo de un acto que hace volver al sujeto a un punto de exclusión fundamental.
El sujeto en el pasaje al acto cae fuera del campo del Otro, fuera del fantasma. Piensen, por ejemplo en el sujeto consumidor de sustancias: en el momento de “mayor embarazo” con la adicción, el sujeto, se precipita desde allí desde donde está, desde el lugar de la escena donde sólo puede mantenerse como sujeto fundamentalmente historizado. Es en este punto en el que, como lo enseña Lacan, se revela la estructura misma del pasaje al acto.8
Desde el primer capítulo del Seminario “La angustia”, Lacan insiste en cómo esta emoción como embarazo, es la angustia que desborda al sujeto, lo desborda sin poder articular ninguna respuesta simbólica: no hay significante que represente al sujeto y cae fuera de la escena a través del pasaje al acto. Es lo que manifiestan algunos sujetos en su decir a posteriori, tratando de ponerle palabras a sus actos: “No puedo controlarlo, es como perder las amarras y me lanzo como loco”. Es claro que es un momento en el que el recurso al fantasma falla, deja de actuar como soporte, y el sujeto cae, identificándose a su ser de resto. Es un momento en el que “hay que lanzarse; no se piensa, se actúa; es como estar fuera de todo”, manifiesta un joven tratando de explicar el momento subjetivo antes de producir un atraco.
Cosa distinta pasa en el acting out, en el que siempre hay un marco para ese mensaje que va dirigido al Otro. Es una identificación de un sujeto a un significante, donde se juega el ser y el goce, pero en relación al sentido sin perder en ningún momento la relación con el Otro. En el pasaje al acto lo que ocurre es que el sujeto se identifica al objeto a produciéndose ahí una súbita relación del sujeto con lo que él es como objeto a, es decir al caer el sujeto del campo del Otro, identificándose con ese resto excluido de la operación cae; es un corte radical con respecto a ese Otro.
Esto es posible de constatarlo en los dichos mismos de algunos sujetos. M manifiesta en una sesión, refiriéndose a sus actos agresores: “Llega un momento en que me desengancho, ya no soy yo, sé que yo la golpeo, pero en ese momento ya dejé de ser yo”. Se pierde el enlace a un significante que le dé un sentido, el pasaje al acto se produce por la imposibilidad de recibir o de dar respuesta ante la pregunta de ¿quién soy? Ante este interrogante sin respuesta, cae, identificándose al objeto a, al resto.
Dos cuestiones se ponen aquí en juego. De un lado, cuando hay una identificación al objeto a, esto implica, de una u otra manera, una cierta voluntad de aniquilación del ser, ante esta ausencia de significante para responder a él. De allí que el suicidio surja como paradigma de esa voluntad de aniquilación, en la que se aísla de la manera más pura el “yo no soy” o “yo no soy nada”, “yo sólo soy esa porquería”.
En segundo lugar, se abren algunas preguntas, puesto que si bien el pasaje al acto es transestructural, muchas veces nos hace pensar en los casos inclasificables, puesto que es en la psicosis donde se observan con mayor claridad y es en esta clínica donde el pasaje al acto alcanza su “máxima pureza” y característica. Se verifica con mayor nitidez cómo el sujeto queda identificado al objeto a, a su ser de desecho.
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